El día de los Muertos
Dicen que todos los días uno de noviembre se acercaba al cementerio. Y que caminaba por él, en busca de dos o tres lápidas. Se paraba delante de una y depositaba un ramo de crisantemos y de rosas rojas. Después de arrodillarse y rezar durante unos minutos, se levantaba y seguía su camino, hasta la siguiente.
Había gente que lo veía venir, año tras años, y que se extrañaba de que cada año eligiera distintas lápidas para depositar sus flores. Unos decían que era un loco. Otros pensaban que cumplía una promesa. Algunos creían que era una especie de recadero de los que no podían visitar ese día el lugar, y querían dejar su homenaje a alguna persona querida.
Pasaron más de treinta años y la ceremonia se repetía. Y llegó un día en que los asiduos al cementerio lo echaron de menos. ¿Qué habría pasado? ¿Estaría enfermo? ¿Se habría ido de la ciudad?
Ese año vieron a mucha gente que llevaba una calabaza en la cabeza dirigirse hacia la zona nueva del cementerio. Un curioso les siguió y llegó hasta una tumba. Se abrió paso entre varios de los disfrazados y pudo leer el epitafio:
Aquí yace quien honró a sus muertos. Los maté pero los recé.
Fui un criminal con corazón. Hoy me ha llegado la hora.
Espero que ellos me devuelvan la visita.
Y en una hoja de periódico plastificada, pegada a la lápida, se podía leer este titular:
Ha fallecido Francisco García Rodríguez, conocido como “El Halloween”, presunto jefe de la mafia local, a quien se le atribuye decenas de asesinatos.
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