jueves, 23 de agosto de 2012

Fotografía inspiradora: Una taza de café

Taza de café

Esperaba con impaciencia. Había pedido una taza de café. Leía el periódico, mientras el Café se iba llenando de gente. A las cinco, esa era la hora. Eran menos tres minutos. No la conocía, se trataba de una cita a ciegas. Sin embargo, algo le decía que había valido la pena. En Internet, allí la había conocido.

Las cinco y cinco. Una mujer se acercó a su mesa. Le miró y le preguntó la hora. A continuación, se sentó. Cuando llegó el camarero, ella, con voz firme, pidió: Dos tazas de café, por favor. La miró y le dijo: No tomo café a estas horas, no podría dormir. Ella, le cogió la mano y mirándole a los ojos, le dijo: No seas tímido. De eso se trata.

Desde entonces, con o sin ella, toma una taza de café a las cinco, todos los días. Y duerme de un tirón.

 

Más tazas de café en casa de Mª José

jueves, 16 de agosto de 2012

El calor



Todos los años esperaba que llegara el verano. Ese tiempo que le hacía salir de la rutina. Un tiempo de ocio, de vacaciones, de cambiar el ritmo, de descansar. Sólo había un problema: el calor. Su enemigo acérrimo, no podía con él.

Pero este verano sería distinto, había decidido instalar el aire acondicionado en casa. Claro que esos gastos tenían que salir de algún sitio. Así es que Luis decidió cambiar comodidad por viaje de vacaciones. Se quedaría en casa, pero a cambio, finalmente, tendría un verano agradable, sin calor.

Dicho y hecho, se lo instalaron. Aquel día, empezaba sus vacaciones. Volvía soñando con ese aire fresco. Entró en la casa, y sin tan siquiera ponerse cómodo, se dirigió al interruptor del aire y pulsó el ‘on’. Pasaron diez segundos, veinte, un minuto, dos, pero el aparato no funcionó. Desesperado se lanzó sobre el teléfono y marcó el número de la tienda donde lo había comprado. No contestaron, eran las nueve de la noche y estaba cerrada.

Pasó la noche despierto, soñando con el aire que le habían instalado pero que había faltado a la cita. Al día siguiente a las diez de la mañana llamó a la tienda. A la sexta llamada colgó y volvió a intentarlo. Nada, no contestaban. Frenético, impaciente y cabreado se vistió y se dirigió allí.

La sorpresa cuando llegó fue mayúscula, apenas su ira le dejó leer un letrero que habían colocado: CERRADO POR REFORMAS, DESDE HOY 15 DE JULIO HASTA EL 15 DE SEPTIEMBRE, PARA CUALQUIER GESTIÓN ESPEREN HASTA ESE DÍA. GRACIAS.


Para más historia sobre el calor, vayan a casa de Mari Jose

jueves, 9 de agosto de 2012

Recuerdos, sueños, pensamientos

Recuerdos

Era una tarde de invierno. Nos encontrábamos en clase de Antropología Social. Estudiaba en la Complutense. En esos años, la Transición española era considerada por casi todos como un éxito. Hablaban de reconciliación. Yo más bien creía que había sido una claudicación.

Allí sentados, mientras que el profesor nos explicaba los valores de una determinada cultura amazónica, alguien entró sofocado y dijo:

“La guardia civil acaba de tomar el Congreso de los Diputados”

Nos miramos, incrédulos ante ese aviso. Oscar y yo nos levantamos y fuimos a la cafetería, allí ya se estaba comentando el hecho. Se hablaba de una nueva dictadura, de la vuelta al régimen anterior. Las noticias eran confusas y los bedeles anunciaban que se cerraba la Facultad.

Margarita nos acercó con su coche a Moncloa, y allí Oscar tiró para su casa y yo me dispuse a tomar el autobús hasta la mía. Vi pasar un grupo de exaltados con la bandera franquista que, desde la otra acera, gritaban vítores al ejército y a la guardia civil. Al verme, me dijeron:

Pronto te vamos a cortar la barba, esa barba de rojo que te delata.

Me estremecí y creí por un momento que iban a cruzar, pero no, siguieron su camino cantando canciones franquistas y falangista. Llegó el autobús y subí.

En el trayecto me dio tiempo para pensar. Volvíamos al pasado. Otra vez, el país en blanco y negro. ¿Podría vivir esa nueva etapa oscura? Nuestros sueños de nuevo se fueron al garete. Llegué a casa, donde Lola, con mis hijos estaba esperándome impaciente y con la tele puesta.

Este país no tiene futuro, le dije. Si esto triunfa nos vamos a Italia. Aquí ya no podremos vivir.

Fue una noche confusa, pero entendimos que todo había sido un susto cuando empezamos a ver salir guardia civiles por la ventana del Congreso. Se entregaban sin condiciones.

Entonces, entendí que todavía había un peligro grave. Que era posible un retroceso real, una involución. Pero también, que había que quedarse, porque este era mi sitio, a pesar de todo.

 

Más recuerdos… en casa de Mari Jose

lunes, 6 de agosto de 2012

Chavela: ¡Que te vaya bonito!

¿Qué ponemos? le preguntaba a Lola, mientras conducía. Y ella, hacía que cogía un CD al azar y, en la mayoría de las ocasiones, allí estaba Chavela.

Innumerables los viajes que nos ha acompañado. Su voz ronca, aguardentosa y acompasada nos transmitía fuerza, pasión y emoción. Esa fuerza que tenía hacía que termináramos, más de una vez, cantando juntos, en un coro horrible que afortunadamente Chavela no escuchaba.

Chavela Vargas

Mujer con poncho rojo, vaso en mano, pelo plateado, voz rota, cara volcánica, con ochenta discos a sus espaldas, libre, mujeriega, sincera y socarrona. Así era Chavela.

Su sufrida infancia le hizo fuerte y libre, y valorar lo más hermoso. Vivir en libertad. Y bien que lo practicó. Fue sincera siempre, le costara lo que le costara. Porque nunca pretendió caer bien a los demás, sino que la aceptaran como era.

Chavela se ha ido a los 93 años, pero ella sigue allí, en su Boulevard de los sueños rotos, con su Macorina, con su voz quebrada por el tequila. Sigue estando en mi casa, sigue siendo esa mujer capaz de recitar canciones que otros cantan, capaz de hacer con las canciones lo que hizo con su vida, todo a su aire, en libertad. Porque si alguien ha conocido la libertad, porque si alguien amó la vida, esa ha sido Chavela.

Vivió, primero como pudo, luego como quiso, se bebió su vida, amó todo lo que pudo, cantó lo que le dio la gana, sin importarle el que dirán, sin someterse a nadie. Fue revolucionaria, habló de sus emociones, nunca negó lo que hizo, vivió, siempre con pasión, a su manera. Cometió excesos, visitó todas las cantinas y se arrastró suplicando amor.

Hoy más que nunca, pero como siempre, vuelvo a tenerte presente, mientras escribo, escuchando tus quejidos, esos hermosos versos que escribió un tal José Alfredo.

Fuiste lo que quisiste ser, sin nacer en México, fuiste mexicana, fuiste amante de la luna mientras te quemabas en alcohol, dijiste siempre lo que pensabas aunque estuviera prohibido, aunque no fuera correcto. Tuviste sueños rotos y pasiones desatadas. Amaste y odiaste, mujer, con gran pasión. Pero siempre fuiste tú, sólo tú.

Podrán decir lo que quieran, que tu voz no era la mejor, que tu ejemplo de vida fue un desastre, que eras incorrecta y demasiado sincera, pero nadie como tú ha gozado de la libertad, porque a libre, a eso, no hubo quien te ganara. Y esa pasión la transmitías con tu voz.

Hace poco viniste a Madrid, querías presentar tu último disco ‘Luna grande’, con poemas de García Lorca, aquí en la Residencia de Estudiantes. Caíste enferma y volviste a México. Allí te preguntaron si había valido la pena ese viaje a España que te había debilitado la salud, y, como siempre, contestaste con sinceridad, diciendo lo que sentías:

“Yo sabía perfectamente bien cuáles eran los costos, y claro que valió la pena. Le dije adiós a Federico, les dije adiós a mis amigos y le dije adiós a España. Y ahora vengo a morir a mi país”

Hoy, no sólo México, todo el mundo te llora, te recuerda, te escucha, te rinde homenaje. Chavela, mi querida Chavela, déjame brindar contigo como tú me acostumbraste, en el último trago, por un mundo raro que tú supiste torear.Tú, paloma negra, sabes bien que te quedas en un rincón del alma de todos nosotros, allí nos veremos en el boulevard de los sueños rotos, y mientras tanto, quedo contemplando esa luz de luna y deseándote que te vaya bonito.

jueves, 2 de agosto de 2012

El tiempo en el tiempo

El tiempo

Ni tan siquiera era por sobrevivir. Simplemente quería conocer como se regía el tiempo. El Tiempo, con mayúsculas. Se había dado cuenta de que era lo único que no se podía parar. Lo único que caminaba con paso firme y constante. Le fascinaba el Tiempo.

Sólo por el tic-tac de los relojes se sentía vivo. Eran campanadas de vida que le recordaban que él estaba allí. No podía continuar sin saber como funcionaba, por qué, qué movía al Tiempo era su obsesión y como tal se dispuso a conocerlo.

Estudió en bibliotecas, libros sobre el Tiempo. Nada nuevo, algo inalcanzable, algo irreversible, algo mágico, pero los grandes estudiosos no se movían de ahí. Así es que decidió dar un paso más y empezó a consultar libros esotéricos.

Todo fue en vano, le comunicaban, supuestamente, qué pasaría si el tiempo se paraba, que fórmulas vanas había para volver a un tiempo pasado, cómo los relojes no eran sino sus guardianes que necesitaban hacer ruido para permanecer despiertos y sentirse vivos.

Sólo un libro le llamó la atención. Y simplemente su última frase:

Los secretos del tiempo están ocultos en la cueva de Cronos.

No lo dudó. Dejó todo. Vendió todo. Saco lo suficiente para iniciar el gran viaje. Y se dirigió allí.

Fue un viaje lleno de penalidades, de dificultades. Nadie sabía nada sobre esa cueva. Y tuvo que guiarse por el instinto. Dio vueltas, volvió sobre sus pasos para empezar de nuevo. Y así llegó a enloquecer. Todo su afán era buscar una cueva que nadie conocía, que a nadie interesaba. Solo, anduvo deambulando por medio mundo. Cada noche terminaba cansado, dormía cómo y dónde podía para amanecer con más ganas de buscar ese secreto.

Un día enfermó gravemente. No pudo levantarse, la fiebre se apoderó de él, su cuerpo permaneció inerte. Se dio media vuelta y pudo ver con lucidez que se encontraba en su casa de siempre, en su alcoba, junto a sus relojes, junto a su tiempo. Sin fuerzas, alargó el brazo hasta el libro que le había servido de guía y que estaba en su mesilla de noche.

Lo abrió de nuevo, y pudo leer de nueva esa frase: “Los secretos del tiempo están ocultos en la cueva de Cronos”. Y, después, algo que no leyó la vez anterior: El tiempo es tu tiempo, no hay otro. y en un ataque de lucidez, se dio cuenta de dónde estaba la cueva y de su secreto. Y a Juan Cronos Ramírez, se le acabó su Tiempo.