jueves, 28 de junio de 2012

En los zapatos del otro

ZAPATO Mujer

Había salido de un periodo difícil, estaba rehaciendo su vida. Después de mucho tiempo decidió cambiar, ser más sociable, y aceptó una invitación para ese martes de Carnaval. Nunca le habían gustado las fiestas, siempre prefirió la soledad. Recordaba los reproches de su exmujer: ‘Armando eres asocial, no te relacionas con nadie’.

Tenía que cambiar y decidió intentarlo. Solo y sin compromiso, todavía joven, quería pasar página y  convertirse en un ser más extrovertido. Estaba decidido a que esa fiesta fuera el comienzo de una nueva vida.

Decidió travestirse, con un traje de noche blanco, de gasas, maquillado y con una peluca rubia. Salió tambaleándose, nunca pensó que fuera tan difícil mantener el equilibrio con esos zapatos de tacón. Consiguió llegar al portal donde le esperaba un taxi.

Cuando entró en la fiesta causó sensación. Gente conocida le felicitó. Era un disfraz perfecto. Parecía una mujer. Y él, sin saber por qué, se encontró a gusto. Estaba locuaz, simpático, liderando la conversación de un grupito que había reunido, y que le seguía gratamente. ¿Qué le pasaba?, ni él mismo se reconocía. Era otra persona, hablaba sin parar, escuchaba a los demás, tenía la palabra justa y un humor impropio de su persona. Sus contertulios estaban encantados, reían sus gracias y seguían su conversación muy interesados. Algo había cambiado radicalmente.

Fue entonces, estaba disfrutando de ese misterioso cambio tan favorable, cuando se acercó una mujer al grupo: ‘Armando, querido, desde cuando te pones mis zapatos. No sabía que tuvieras esas inclinaciones. Nunca pensé que llegaras a esos extremos.’

‘Es Laura, mi ex’, explicó, balbuceando.

 

Más historias de otros zapatos, en casa de Gastón

jueves, 21 de junio de 2012

Mis jueves

Mis jueves

El jueves siempre fue para mí, un día más. Los lunes eran días malos, la vuelta al trabajo, después del fin de semana, no dejaba de romperte el ritmo cuando lo que deseaba uno era ejercer de vago. Los viernes y los sábados siempre fueron mis días preferidos. El viernes olía a fin de semana y se palpaba el ocio. Y el sábado era el mejor día, se disfrutaba, se descansaba y además era fundamental saber que todavía quedaban veinticuatro horas –el domingo—, antes de volver al suplicio.

Así pensaba antes, cuando tenía obligaciones. Hoy que ya ha acabado mi vida laboral, una de las grandes ventajas que encuentro es que todos los días son iguales. Para mí, siempre es domingo o fiesta, por tanto, tengo poco interés en saber en qué día vivo. Es más, muchas veces debo hacer un esfuerzo para adivinarlo.

Pero sí que tengo un día especial en la semana: el jueves. El jueves dedico un poco de tiempo a juntar letras, ese día pretendo salirme de mi cita habitual con la blogosfera. Y, además de escribir sobre política --lo que hago todos los días en mi otro blog--, encuentro un hueco preciado para hablar del tema del jueves. Temas diversos. Es el momento juevero.

Es un virus, sin duda. Y cuidado que se contagia. Yo sé quien me lo pegó. Se llama Mónica y se hace llamar Neogeminis. Es la culpable. La sigo desde hace bastante tiempo. Me gusta mucho como escribe y ella siempre ha sido fiel a su cita juevera. Y debió ser hace unos tres meses cuando éste virus me alcanzó y decidí,escribir algo más que de política. Juntar palabras para hablar sobre un tema. El que sea. Es una forma de hacer un ejercicio y, aunque no tenga el talento de otros, me gusta y me acerca a los demás jueveros.

Por eso estoy aquí, por eso existe este blog. Por eso estoy empezando a conocer a otras gentes locas por los jueves. Y recuerden, del contenido me hago responsable, pero de estar aquí, de ser juevero, mucha culpa la tiene Mónica. Ella me lo ha contagiado.

Más sensaciones jueveras en The Daily Planet’s Bloggers

jueves, 7 de junio de 2012

Relato encadenado

cadena humana1

Hoy toca un ejercicio colectivo. Todos los jueveros, hemos escrito una parte de un relato, conociendo solamente lo que ha escrito el juevero anterior. Para leerlo todo hay que encadenar los relatos empezando por el de Encarni, y siguiendo, según se va indicando al final de cada entrada. 

Mi parte sigue a la de Juan Carlos, y es ésta:

Era temprano, todavía podría llegar a Ávila para comer. No sabría decir por qué, pero confiaba en esa bruja. En otras ocasiones le había ayudado a desentrañar su futuro. Mientras conducía mantenía presente el recuerdo de Marta. Esa mujer que le había hecho tanto daño. Y como punto final le había entregado un mapa. Un mapa indescifrable.

Aparcó rápido. Tenía prisa. Subió los escalones de los dos pisos, de tres en tres. Y llamó a la puerta. Le abrió Eulalia, quien desde la misma puerta le explicó que su hermana Sonsoles, 'la adivina', había ingresado en un convento de Carmelitas Descalzas, cansada de una vida difícil.

Fue un golpe tremendo, la única persona que le podía ayudar estaba fuera de la circulación. Sin embargo, no se rindió. Jenaro pidió las señas y con la misma prisa que había llegado, volvió hasta el coche. 

Se olvidó del hambre y se dispuso a conducir hasta el convento, a las afueras de la ciudad. Lo que no sabía es que todavía tendría que pasar pruebas difíciles para conseguirlo. Habría de pagar un precio alto.

 

Para seguir completando el puzzle, siga en Matices.